La gran mayoría de las personas que toman sus “chochitos” y sus “gotitas” para “curarse” de algún malestar no tienen idea de qué es exactamente lo que están tomando, o si la tienen, es errónea. Existen cientos de remedios alternativos, desde tomarse uno su propia orina hasta beber agua del Tlacote. Desde la oración hasta el reiki. Desde el toque terapéutico hasta los cristales y la aromaterapia. Desde la acupuntura hasta los tratamientos con imanes. Ninguna de estas llamadas “terapias alternativas” han funcionado bajo escrutinio. Hay demasiada curandería practicada por charlatanes que sería imposible hablar de todo en este espacio tan corto, por lo que me voy a enfocar directamente en la homeopatía, que es una de las que tienen el mercado más grande. Y no es que por mí haya mucho problema con que la gente se haga tonta sola con pastillitas de azúcar y alcohol cuando tiene alguna alergia, pero cuando recurren a algún curanderismo de estos para tratar de aliviar a un niño con sarampión o rubéola entonces ya cae en la inconsciencia.
Primero un poco de historia: Resulta que hace más de 200 años, en los tiempos que se usaba decir “salió peor el remedio que la enfermedad”, los médicos precisamente utilizaban técnicas que hoy en día podríamos compararlas con las que los carniceros practican en los rastros. Las purgas, las amputaciones y las sangrías estaban a la orden del día. Se creía entonces que por nuestro cuerpo recorrían “humores” buenos y malos y que su exceso provocaba enfermedades, por eso para balancearlo, se practicaban las llamadas sangrías, que no eran más que incisiones en las venas para sacarnos sangre con el propósito de que nuestro cuerpo se restableciera a sí mismo de nuevo. Un médico alemán llamado Samuel Hahnemann no estaba muy satisfecho con estas técnicas tan brutales, así que comenzó a buscar otras maneras de practicar medicina. Notó entonces que algunas hierbas provocaban reacciones similares a los síntomas de algunas enfermedades. Por ejemplo la quinina, al ser ingerida por personas sanas, causa síntomas parecidos a los que causa la malaria. Por lo que creó la famosa ley de “lo similar cura lo similar” que es una de las tres bases de la homeopatía, del griego Homoios (similar) y pathos (sufrir). Así que comenzó a probar en sí mismo y en sus ayudantes los efectos que causaban algunos de los elementos que se conocían en aquel tiempo comiendo varias substancias de plantas, animales y minerales para ver qué reacciones tenían y entonces iban escribiendo en un libro que llamaron Materia Medica todos sus hallazgos. A esto le llamaron “probación” y el problema con este método es que ellos ya sabían de antemano qué es lo que estaban probando y se predisponían involuntariamente a sentir los efectos que ellos creían que deberían de sentir (hoy en día, la ciencia evita ese problema con experimentos doble-ciegos por parte de los que prueban y por parte de los investigadores). Como podemos ver, la homeopatía no trata con las enfermedades en sí, sino con sus síntomas ya que afirma que la enfermedad es producto del síntoma porque este es parte de un desequilibrio de la supuesta “energía vital” que dicen los místicos que existe en todos los seres vivos. De esta supuesta energía evidentemente inexistente escribiré más en detalle próximamente.
Obviamente muchas de las substancias naturales que utilizaban son bastante tóxicas y por eso Hahnemann experimentó diluyéndolas, y como veía que su efectividad (o en todo caso, la falta de ella) no disminuía, entonces salió con la idea de que a menores cantidades, mayor es el efecto en nuestro cuerpo. Así es, se supone que diluyendo las cantidades de la sustancia activa, o sea de la hierba, animal o mineral que se usará como elemento curativo, más potente será el remedio. A esto le llamó la teoría de infinitesimales. Si el supuesto efecto observado no desaparece cuando la concentración se reduce a cero, es obvio que el efecto no tiene nada que ver con la sustancia que se está diluyendo.
La ilusión de la dilución
El método homeópata para diluir es el siguiente: tomas una parte de la sustancia activa y la mezclas con una parte igual de agua como diluyente. A la dilución le llamo “potenciación” porque decía que hacía que la sustancia activa “soltara” su energía haciendo el remedio más potente. Después Hahnemann sometía la solución a diez agitaciones vigorosas a la que llamó “sucusiones” (después “notó” que cuatro agitaciones o “sucusiones” eran mejor… o quizá se cansaba de tanto agitar) para luego golpear la mezcla contra una almohadilla de piel… a esto le llamó “dinamizar”. Si suena como a un chamán haciendo pociones mágicas, es porque realmente eso es lo que es: magia. Pero aquí el proceso solo comienza. Después de la primera dilución, se divide a la mitad la solución y el resto se desecha, y a lo que queda se le vuelve a agregar la misma cantidad de diluyente y se vuelve a hacer el ciclo completo. Y después otra vez, y otra y otra hasta 10 veces. Una solución diluida diez veces se representa con una X. Si en vez de diez veces se desea hacer el proceso cien veces entonces se representa con una C. Las diluciones homeopáticas se expresan anteponiendo un número a la X ó a la C. Entonces, un remedio con dilución a 20C significa que han repetido 20 veces el proceso de 100 diluciones consecutivas. En los tiempos de Hahnemann un químico llamado Amadeo Avogadro llegó a la conclusión de que existe un límite de dilución posible al que se puede llegar sin perder por completo la sustancia original. A este límite se le conoce como el número de Avogadro y nos dice que existe un número específico de moléculas en una mol (1) y es equivalente a las diluciones homeopáticas 24X y 12C, o sea, una sola molécula (2) de la sustancia activa en 100 millones de partes de diluyente. Una dilución mayor y se pierde la sustancia por completo y queda solamente el diluyente, que es agua/alcohol. Los remedios homeopáticos comúnmente manejan diluciones de 30X, o sea, una dilución de 1 a 1030 que es un 1 seguido por 30 ceros. Obviamente no existe ninguna molécula “medicinal” en esa dilución, pero si acaso existiera, requerirías tomarte 29,806 litros de agua azucarada de ese remedio homeopático para obtenerla. Si asumimos que un centímetro cúbico de agua contiene unas 15 gotas, entonces una dilución de 30X equivaldría al número de gotas de agua que llenarían un contenedor 50 veces el tamaño de la Tierra. Imagínate poner una gota de tinta roja en tal contenedor, dispersarla uniformemente, y luego afirmar que pinta mucho mejor que la pintura sin diluir.
Y se pone peor. Un gran número de remedios homeopáticos tienen diluciones de 30C, que equivalen a dividir una parte de “medicina” diluida en 1060 partes de agua azucarada. Se calcula que todo el universo existente contiene 1080 átomos así que con esta dilución tendrías que tomarte nuestro sistema solar completo para obtener una sola molécula “medicinal”. Y todavía hay diluciones mayores a 100C que es mucho mayor que la habilidad que tendría el universo para acomodar. Existe un remedio homeopático para los síntomas del resfriado común (fiebre, escalofríos, molestias corporales y dolores) llamado Oscillococcinum (ver figura 1) que supuestamente contiene el ingrediente activo Anas barbariae hepatis et cordis extractum, o extracto de hígado de pato diluido a 200C. Supuestamente se prepara incubando por 40 días corazón e hígado de un pato recientemente muerto. La solución se filtra, se congela, se seca, se hidrata, y se diluye repetidamente quedando una parte de pato por 10400 partes de diluyente. Este producto vendió $20 millones de dólares tan solo en 1996 y requiere solo un pato al año para su preparación. La U.S. News & World Report lo llamó “el pato de $20 millones”.
Hahnemann publicó su obra Organon der Rationellen Heilkunde en 1810, un año antes de que Avogadro presentara su famosa hipótesis, y de hecho tuvo que pasar medio siglo más para que realmente se tomara en consideración. Es entonces fácil ver que Hahnemann no tenía conocimiento de dicho obstáculo para su teoría de infinitesimales. Pero hoy en día sabemos que tales diluciones no son posibles sin que se pierda por completo el ingrediente activo, aunque durante casi dos siglos los homeópatas prefirieron no hablar sobre ello, hasta que les llegó el agua hasta el cuello y tuvieron que inventar algo para seguir ganando adeptos. Por eso ahora afirman que como no existe ninguna molécula de la sustancia en la solución, entonces es porque el agua de alguna manera “recuerda” que el ingrediente estuvo ahí, aún mucho después de haberse diluido, ya que la agitación de la solución carga mágicamente el volumen de líquido con la memoria de la medicina. Esto es magia. Y la magia no termina aquí, porque en lo sobrenatural siempre hay magia de sobra. El siguiente truco mágico es pasar una gota de esa agua/azúcar inteligente a un “chochito” que no es más que una pastillita de lactosa y hacer que esta también “recuerde” el ingrediente activo una vez evaporado el líquido. ¿Acaso la lactosa también tiene memoria? La mayoría de la gente cree que la pastilla en sí es la que tiene el medicamento, sin embargo es la gota de agua/alcohol la que supuestamente lo lleva y “traslada” hacia la pastilla. Y todavía hay otro truco mágico más: pasar la memoria de la pastilla de alguna forma a nuestro cuerpo, porque recuerden que no estamos hablando de que estamos digiriendo un medicamento, sino la memoria de un medicamento que quizá alguna vez estuvo en contacto con agua que nunca ingeriste.
Y como la magia trae más magia, ahora uno de los mayores proponentes de la homeopatía a nivel mundial, el francés Jacques Benveniste está trabajando en un proyecto con el que “capturará” electrónicamente la memoria en el agua, para después archivarla digitalmente y enviarla por Internet a los pacientes para que “carguen” sus frascos receptores con ondas sonoras de las bocinas de sus computadoras personales. Los místicos no pierden tiempo para encontrar maneras de ganar dinero fácilmente y sin complicaciones. Realmente los remedios homeopáticos no son regulados entonces no tenemos la certeza de que en efecto alguna vez hayan pasado por todo el procedimiento que Hahnemann sugirió y entonces la industria homeopática tiene toda la libertad de poder hacer fraude y saltarse los tediosos pasos de manufactura y entregar a sus crédulos consumidores agua azucarada. Después de todo, a tales diluciones es completamente imposible encontrar el ingrediente activo que indica la etiqueta. Pero mientras no haya un sano tope para la credulidad, siempre habrá clientes deseosos de obsequiar su dinero a quienes saben cómo tomarlo.
El Efecto Placebo
El cuerpo humano es una maravilla natural, nuestro sistema inmunológico siempre está creando glóbulos blancos y anticuerpos para luchar contra los visitantes foráneos que quieren invadirnos, nuestras células siempre se están regenerando, y con un buen cuidado y tiempo nos podemos curar automáticamente del 90% de las enfermedades. Además, muchas enfermedades son cíclicas, es decir, te dan por temporadas: por ejemplo, tu alergia a alguna cosa viene y va. Los resfriados desaparecen en quince días si te cuidas bien. Solo las enfermedades muy graves realmente requieren de tratamientos médicos para mejorar, el resto solo nos sirve para quitarnos las molestias o para ayudar a nuestro cuerpo a ayudarse a sí mismo más rápidamente para así poder seguir con nuestro ritmo de vida cotidiano. Entonces considera esto: si durante el ciclo de autocuración de tu cuerpo acudes a algún curandero para que te ayude con tu enfermedad (ya sea por medio de acupuntura, homeopatía, reiki, o lo que sea) y con el tiempo te mejoras ¿creerás que te mejoraste solo o que fue debido al remedio? La mayoría de quienes usan estos remedios creen que es gracias al tratamiento ¿por qué? Por la misma razón que la gente lee sus horóscopos o acude a síquicos: prefieren sentir que están en control de sus vidas y gustosamente aceptan creer en quienes se lo prometen. Generalmente quienes ofrecen servicios de ayuda alternativa tratan al paciente de una manera más personal, le preguntan qué les gusta comer, cómo duermen, qué problemas tienen, qué música prefieren, etc. En cambio, los médicos regularmente tienen varios pacientes esperando y no pueden dedicarle tanto tiempo a cada paciente, y si no encuentra nada malo con él, el paciente puede llegar a ofenderse porque no puede aceptar que sea solo algo psicológico. El paciente que quiere ser curado inmediatamente se molesta cuando el médico le dice que el tiempo aliviará el problema. Los médicos tratan a sus pacientes de manera general porque saben que el organismo regularmente se comporta de igual forma en cada uno de nosotros. Los homeópatas indican a sus pacientes que individualizan sus tratamientos y esto seduce a muchas personas porque las hace sentirse únicas y especiales y se llega a formar un lazo entre los dos quienes luchan contra la enfermedad.
El cuerpo tiene la capacidad de curarse a sí mismo, sin embargo algunas veces el cuerpo reacciona mejor si la persona se siente mejor y con más confianza. Hace tiempo, antes de ser utilizado para experimentos doble ciegos, los placebos servían para mantener al paciente contento. Comúnmente eran pastillitas de azúcar o lactosa (tal y como las que usan los homeópatas) para hacer creer al paciente que estaba tomando un medicamento de verdad y hacerlo sentir mejor. Se conoce como efecto placebo a la sugestión psicológica causada por algo, como las pastillas de azúcar sin ingrediente activo, y que parece estimular el bienestar de un enfermo, sin ser causa fisiológica, sino mental. Quienes suelen usar cualquier medicina alternativa, como en este caso la homeopatía, han sentido el efecto placebo y atribuyen una y otra vez su mejoría a la terapia que estén utilizando sin darse cuenta que es su propio cuerpo el que se mejora automáticamente y que lo que la terapia solo tiene un efecto psicológico en ellos. Son como el elefantito Dumbo, que podía volar sin la pluma en su trompa, pero necesitaba el impulso psicológico que esta le daba.
Si yo te dijera que tomando tres gotas de agua azucarada te puedes curar de tu gripa ¿me lo creerías? Pues miles de personas lo han creído y lo siguen creyendo. ¿Pensarías que estoy chiflado si te dijera que el agua potable que tú y tu familia toman “recuerda” y contiene la esencia de lo que alguna vez estuvo en contacto con ella, incluso heces, animales muertos y bacterias? Pues precisamente en esas creencias se basan los remedios homeopáticos.
Mol. Es una unidad de cantidad de materia. Un mol equivale a la cantidad de una sustancia cuyo peso unitario es numéricamente igual al peso molecular de la sustancia. Por definición, una mol de cualquier cosa contiene 6.022 x 1023 partes de esa cosa. Por ejemplo, un mol de manzanas contiene 6.022 x 1023 manzanas. Un mol de agua (H2O) contiene 6.022 x 1023 moléculas de agua. Un mol de Potasio (K) contiene 6.022 x 1023 átomos de Potasio. El número 6.022 x 1023 es el número de Avogadro, ó N.
La materia es la sustancia extensa, divisible e impenetrable que constituye, junto con la energía, todo el universo físico observable. Toda la materia está formada de átomos. Los átomos se juntan para formar moléculas. Una molécula es la parte más pequeña en que se puede dividir la materia y aún seguir conservando las características de la sustancia de la cual procede. Las moléculas se componen de al menos dos átomos, ya sean iguales o diferentes. Un ejemplo: una molécula de agua está formada de dos átomos de hidrógeno y un átomo de oxígeno.
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